Graciela Moguillansky, economista: “El crecimiento de la economía chilena exige una minería de mayor complejidad”
¿Diversificar o no diversificar la matriz productiva del país? Este antiguo debate ha vuelto a ganar espacio en algunos medios de comunicación, que ponen en entredicho el modelo chileno, luego de la presentación del estudio “Diversificación de Exportaciones: ¿es Chile diferente a Australia y Nueva Zelanda?”, desarrollado por Hermann González, Felipe Larraín y Oscar Perelló en agosto y publicado por CLAPES UC , el que concluía que Chile no necesitaba diversificar la matriz para alcanzar el desarrollo, tomando como referencia a Australia y Nueva Zelanda, pertenecientes al grupo de países desarrollados y con exportaciones incluso más concentradas.
“Pero como lo señala César Hidalgo (científico chileno y creador del concepto “complejidad económica”), no debemos confundir la complejidad económica con la diversificación exportadora”, explica la economista y especialista en desarrollo productivo, e innovación, Graciela Moguillansky. “Mientras que la primera se refiere a la densidad de conocimiento incorporado en productos y servicios y en la matriz de proveedores locales, así como en las redes de investigación, desarrollo e innovación vinculadas a las empresas, lo que incrementa su valor y sofisticación, haciendo más exclusiva la matriz productiva y exportadora, la segunda define simplemente una canasta más variada”.
La economista explica que a partir de ello se puede entender por qué economías como Australia y Nueva Zelanda presentan niveles más altos de exportaciones en relación a su población, “a pesar de tener similar diversificación exportadora que Chile. Sus exportaciones per cápita son tres veces superiores en el caso de Australia y dos veces mayores en Nueva Zelanda, estando también mucho mejor posicionados respecto del índice global de innovación”.
En opinión de Moguillansky, “si bien la minería del cobre en Chile no ha podido insertarse durante las últimas décadas en las cadenas de valor que le han dado sustento a la industria, todo indica que la exportación de concentrados ya no seguirá siendo el motor de la economía, debiendo encarar una mayor complejidad”. En ese sentido, la experta destaca que una opción para lograrlo, es avanzar, al contrario de lo que ocurre hoy, en la capacidad de exportación de cobre refinado, el que “además es factor habilitante de la economía circular y el reciclaje”.
Otro factor que debe ser analizado, es el de la caída en la productividad de los años 2000, y la necesidad de revertir esta situación. En palabras de la economista, “ello lleva necesariamente a aumentar la velocidad del cambio en la forma de producir, introduciendo la tecnología propia de la industria 4.0 en gran parte de los procesos, en un contexto de requerimientos medioambientales y sociales mucho mayores. Y aquí cabe preguntarse qué papel jugará la industria nacional en esta transformación”.
Moguillansky recuerda que han existido otras propuestas de complejizar la matriz productiva y exportadora, como el proyecto de generar proveedores de clase mundial de la estatal Codelco y BHP, la que fue ampliada durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet con el Programa Alta Ley, el que continúa con una hoja de ruta redefinida, bajo el gobierno de Sebastián Piñera. “Con todo han pasado unos 12 años y es pertinente preguntarse cuánto se ha avanzado. Sobre ello un reciente estudio de Expande (Patricio Meller y Joaquín Gana (2015) “El cobre chileno como plataforma de innovación tecnológica” CIEPLAN/UTalca) muestra que solo un 30% de los emprendimientos en minería enfocan el desarrollo de sus soluciones a las tendencias tecnológicas que la industria requiere en la actualidad”.
“El problema no es que se desconozca el camino a seguir, la alianza público- privada plasmada en Valor Minero y en los programas de Alta Ley son ejemplos de ello”, señala la economista. “Sin embargo, el desarrollo de lo nuevo es frenado: en el sector público por falta de voluntad política y enorme temor al riesgo; entre las transnacionales, por tener el centro de innovación en el país de origen; en el sector privado nacional por exigencias de alta rentabilidad y bajo riesgo, todo lo cual en último término se expresa en falta de liderazgo frente a las iniciativas y carencia del financiamiento apropiado”.
“El crecimiento de la economía chilena exige una minería de mayor complejidad. Sin una clara visión de largo plazo, y un camino impulsado por un estado proactivo, este círculo vicioso difícilmente se romperá”, concluye Moguillansky.
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