Entrevista a María Celia Baros: A 50 años de la nacionalización del cobre en Chile
El pasado 11 de julio, se cumplieron 50 años de uno de los procesos más importantes de Chile. La nacionalización del cobre, una política de Estado impulsada por el gobierno de Salvador Allende, marcó para siempre la minería de nuestro país, industria que hasta ese entonces, era explotada en su totalidad por empresas extranjeras. Pero ¿Cómo fue que se gestó este proceso? ¿Cómo fue el día después de ese 11 de julio de 1971? Conversamos con la Licenciada en Historia de la Universidad de Chile y especialista en historia social de la gran minería, María Celia Baros.
“Hay un antecedente aislado, que no he podido confirmar, de que hubo una propuesta de nacionalización en 1915, probablemente relacionada con el inicio de Chuquicamata en Calama, porque esa fue la fecha en que empezó su extracción moderna”, explica la historiadora María Celia Baros, al analizar los antecedentes que permitieron que el 11 de julio de 1971, Chile nacionalizara su principal producto de exportación: el cobre.
Sin embargo, hay consenso de que los hechos que impulsaron esta política de Estado, empezaron a tomar forma en la década de 1950, con una primera etapa de cobro de impuestos. “El Estado chileno se dio cuenta de que las empresas americanas con grandes yacimientos eran prácticamente autónomas porque eran particulares, por lo tanto, se llevaban la mayor parte de la producción casi sin dejar ningún beneficio para Chile”.
La primera parte fue un cobro sucesivo de impuestos a la producción del cobre, que se fue incrementando en el tiempo. En esos años todavía no se hablaba de la gran minería. “Después de eso se llegó a la primera ley conocida como ‘del Nuevo Trato’, de 1955 en que se les dijo ‘muy bien, tales empresas pueden seguir produciendo, pero bajo nuevas condiciones’”.
Posteriormente vino la chilenización del cobre en 1967, donde se compró el 51% de las acciones de los yacimientos y, por lo tanto, se formaron sociedades mixtas con cada empresa explotadora. En 1971 culminó con la nacionalización del cobre, donde el Estado compró el 49% restante de las acciones y las empresas fueron completamente nacionalizadas.
¿Cómo fue el proceso que finalmente llegó después de que se concretara esta promulgación de ley? ¿Qué consecuencias tuvo?
El Estado, pasando por los Gobiernos de Alessandri, Frei Montalva y Allende, fue definiendo su posición. Los norteamericanos inicialmente se sintieron algo amenazados por los impuestos, aunque terminaron por pagarlos. Después de eso se generaron mesas de conversación con cada una de las empresas y en ese contexto se llegó a la chilenización y la nacionalización por ley.
Las empresas estadounidenses operaban bajo una explotación industrial a gran escala. Chile aún no ponía sus ojos en el cobre porque todavía lamentaba la pérdida del salitre. Por este motivo no había conciencia de cómo la minería del cobre impactaba en las regiones.
¿Faltaba información?
Yo siempre he pensado que el chileno sabe poco del cobre y debería saber mucho más. Deberíamos tener conciencia de lo que significa el cobre para nosotros y para la economía internacional.
Producto de aquello la agitación política fue más fuerte, que interesarse en saber cómo se producía este metal. Las repercusiones no fueron menores, las empresas americanas empezaron aceptando la idea de que sería un traspaso, una transacción, una transición paulatina, pero después sintieron que eran expropiadas, por lo tanto, el clima de la conversación se enrareció y finalmente el Estado dictó la reforma del artículo 10 de la Constitución de 1925, donde se declaró dueño absoluto, inalienable y exclusivo de los recursos minerales en Chile. Con esta reforma prácticamente no se pudo hacer más.
¿Cómo tomaron los mercados esta decisión?
Los mercados se cerraron automáticamente y esto afectó en distinto grado a cada mina. Un ejemplo de aquello es Chuquicamata, que se encontraba en una ampliación general y El Teniente había iniciado un plan de traslado con la Operación Valle de 1967. Andina estaba recién inaugurada al momento de la Nacionalización, y no pudo ser parte de este proceso propiamente tal. Ni siquiera había alcanzado todavía la primera producción programada. A Andina le costó casi 25 años entrar en producción. Potrerillos y El Salvador tenían 10 años de existencia, caminando con producciones algo menores.
Mientras, en la parte internacional surgieron grandes problemas. Primero, las empresas americanas plantearon demandas en La Haya con respecto a este proceso que las afectaba. Segundo, se cerraron algunos mercados porque los clientes eran las mismas empresas estadounidenses. Comenzaron a producirse bloqueos, a faltar repuestos, existieron embargos de producciones de cobre que iban en viaje a sus destinos. Anaconda Copper dijo, de forma intimidante “los chilenos se van a tener que comer el cobre”. Los desafíos fueron complejos. La decisión política fue una, pero la realidad de los yacimientos y el momento en que estaba en la producción del cobre, fue otra.
Este ha sido un proceso que quedó atrás y que en general se ignora. Fue difícil, había plantas industriales que no se podían detener de un día para otro. Chancadoras, molinos o una fundición, debían mantenerse encendidas o se tenían que detener por completo. Pero una vez que los equipos son paralizados, es muy difícil echar a andar de nuevo y eso sólo lo sabía la gente que trabajaba ahí.
La parte técnica es bastante relevante y me interesa destacar el rol del profesional y del trabajador chileno. Si no hubiera habido trabajadores chilenos, con cierta experiencia en cada uno de esos yacimientos, esto habría sido tremendamente traumático. Por otro lado, estaban los ingenieros chilenos que tomaron de a poco la administración, existían algunos muy jóvenes y que hoy son seniors en Codelco.
¿Cómo observa usted la importancia del Gobierno de la Unidad Popular respecto a los acuerdos previos y posteriores a la nacionalización?
Yo no destacaría únicamente al Gobierno de la Unidad Popular, porque es el que culmina el proceso. En el fondo, dio el puntapié final para que esto llegue a la negociación plena. Se dijo que fue nacionalización sin apellidos, porque cada Gobierno fue cumpliendo un rol importante. El cobro de impuestos podría haber provocado la resistencia de parte de las empresas estadounidenses y haber agudizado, en ese momento, las demandas en La Haya, pero fueron de alguna manera generando conversaciones y prosiguiendo todo de manera paulatina.
Un ejemplo – quizás un poco trivial – es que nadie solo puede convertir minerales en metal en la práctica, aunque encuentre la mina más grande del mundo. El trabajo del cobre y el de minería es en equipo, se necesitan muchas personas para manejar una sola planta. Cuando se habla de gran minería hay que cumplir con las condiciones que demanda la Bolsa de Metales de Londres. Este fue un proceso muy complejo y en mi opinión cada gobierno chileno fue sumando su iniciativa. Hace unos días un destacado abogado en Derecho Minero, estableció que debieron pasar 14 presidentes de Chile para concretar este acontecimiento; y la audacia final la puso la Unidad Popular y el Gobierno de Allende en haber tomado la decisión de nacionalizar por completo.
El día después
Sin mayor información técnica sobre los yacimientos nacionalizados, y con los mercados cerrados para los embarques de cobre chileno, el país tuvo que iniciar un exhaustivo proceso para rearmar la estructura minera que conocemos hoy.
¿Qué hacía falta para poder concretar la nacionalización?
En ámbitos como el de la institucionalidad, se tuvo que crear una Corporación del Cobre, que posteriormente se pasó a llamar Codelco. Respecto a la parte económica, el Estado se debía organizar para recibir los ingresos del cobre. Pues, normalmente, lo recaudado iba a manos de estas grandes empresas particulares. Los impuestos fueron recaudándose de a poco a través del Ministerio de Hacienda para las arcas fiscales, pero realmente no existía una legislación de cómo hacerlo o de lo que iba a pasar.
Por este motivo en parte se creó la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), con la finalidad de ver temas como la comercialización en el extranjero, fiscalización y estadísticas generales. Por otro lado, en la parte legal se debió cambiar tanto el derecho minero como el derecho de propiedad, reformándose más leyes. Por eso la Chilenización y la nacionalización son una primera parte de un gran proceso que había comenzado.
Respecto al cierre de mercados ¿Cómo se hizo para volver a abrirse paso a otros países?
Se tuvo que dar a conocer el proceso donde Chile era el nuevo dueño del cobre, en definitiva, el productor que tomó el rol de las antiguas empresas. Tuvo que empezar a responder respecto de las producciones que quedaron detenidas en puertos extranjeros, que muchas veces fueron embargadas, por lo tanto, devueltas a Chile.
Por otro lado, comenzaron a establecerse relaciones internacionales muy fuertes. Al régimen militar le tocó abordar el tema de las indemnizaciones. Hay todo un capítulo aparte de Codelco en ese momento que comenzó a responder a las demandas de La Haya y los juicios internacionales. En la medida que fue respondiéndose, asumió indemnizaciones pendientes -quizás no se pagaron los montos que exigían los estadounidenses- pero sí hubo dineros que se cancelaron. Gracias a eso se levantaron los embargos y terminaron las demandas contra el Estado chileno. Pero se tuvo que dar la cara y decir: “Nosotros queremos el cobre y lo compramos”. Su tutela tuvo un costo que no se conoce mucho, pero fueron bastantes millones de dólares a pagar, aunque menos de lo que pudo ser. Se hizo muy buena gestión de relaciones exteriores para difundir el proceso de Nacionalización, que se había ganado algo que era un recurso natural propio de Chile.
¿Cuál es su evaluación sobre cómo se llevó a cabo el proceso? ¿Se pensó en algún minuto que no resultaría?
Desde el punto de vista de los gobiernos de esa época, había optimismo de que se podía seguir adelante, pero que no era fácil. Por otro lado, el recurso humano fue muy importante. La partida de las empresas estadounidenses significó la retirada de sus profesionales llevándose consigo conocimientos. El foco se centró en qué era lo quedaba en los yacimientos. Una de las preocupaciones más grandes era el tema geológico, pues no se sabía cuánto cobre había, debido a que la geología y las reservas siempre fueron una “caja fuerte” de las empresas privadas. Era manejado por geólogos extranjeros y toda la información se mandaba a Estados Unidos. Entonces la pregunta que se hizo el Gobierno fue: “Tenemos cobre ahora, pero ¿tendremos cobre para el futuro?”. Por eso el rol más importante le correspondió al ingeniero chileno que recién conocía el terreno.
En algunas de las empresas como El Teniente, se había hecho una capacitación previa como transición. En Chuquicamata había contados ingenieros chilenos en algunos cargos, pero pudieron sacar adelante con el desafío. Luego vino la formación de la Corporación del Cobre (Codelco) y su organización, que duró por lo menos, 10 o 15 años más en que lograra dominar la administración.
De hecho y por lo anterior, mucho del esquema estadounidense interno de administración se mantuvo hasta hace una década atrás. Había una estructura de explotación de la industria minera a gran escala y los ingenieros ponían énfasis en ella. Ese modelo fue muy importante, creado por los estadounidenses y que permitió que esto siguiera en pie. También posibilitó que pudiera continuarse con estos depósitos y hacer nuevas exploraciones mineras, que antes eran confidenciales. Finalmente, uno de los grandes logros de Codelco fue ir haciendo exploraciones actualizadas que entregaron información fresca, como la de Chuquicamata y El Teniente que tienen más de 100 años, determinando por lo menos, 50 años más de explotación y los yacimientos más pequeños también se han expandido, pero siguen contando con buenas reservas.
¿Cuál cree usted que fue la importancia de que se haya concretado este proceso ya hace 50 años? ¿Cómo se ve el presente y futuro de esta industria?
Al final el resultado fue tremendamente positivo. La industria del cobre es un inmenso aporte para Chile, lo tenemos que cuidar porque, no hay que olvidar, el cobre es un recurso no renovable. Durante las últimas décadas, la cantidad de obras, iniciativas y beneficios que esta industria le ha dado a Chile es inmensa. Existe una lista de logros enorme y no solo en lo técnico, porque al final fue ganando un prestigio como productor.
Una de las cosas que Chile instituyó desde que comenzó a restablecer el mercado, fue la puntualidad en las entregas de partidas de cobre. Codelco mantiene una campaña de ventas anualmente, donde ejecutivos de la empresa gestionan contratos de compraventa con dos y tres años de anticipación. Por eso es importante la parte técnica, ya que en la medida que se conocen las reservas, se puede vender y comprometer en el mercado. Por lo tanto, nos hemos ganado un prestigio como productor del cobre indiscutido en el mundo. Se sigue entregando un producto de calidad, que ya no sólo es producir cobre, sino que también debe tenerse en cuenta temas de sustentabilidad. Además, se ha logrado una responsabilidad social, se sigue dando empleo masivo a miles de trabajadores y a mucha gente en las regiones.
Por cada yacimiento hay una significativa cifra de colaboradores, empresas y servicios que se mueven, lo que convierte a la industria en una fuente de trabajo y polo de atracción. Mientras que, la ingeniería de minas y todas las ingenierías afines ligadas a la industria se afianzaron en al área educacional. Existen ingenieros chilenos formados en Codelco y en la mediana minería, que después pasan a la minería privada y de ahí viajan al mundo. Se han creado nuevas carreras profesionales con especialización en el cobre. Pero, todo eso significó mucho tiempo.
Por otro lado, existen aspectos culturales asociados como por ejemplo, la vida de campamento, costumbres, clubes sociales, deportes y la misma la forma de campamento que es un tema de arquitectura. Yo participé con un grupo de arquitectos de la Universidad Católica en un proyecto Fondecyt estudiando los clásicos Company Town, que dieron forma a la planificación interna de los campamentos antiguos que hoy van siendo abandonados, pero que fueron muy importantes en la historia urbana de Chile porque ahí surgieron antecedentes de interés. Entonces el aporte del cobre en Chile es extenso y tenemos para 50 años más probablemente, por las reservas que se siguen explorando y que todos los días se determinan en cada yacimiento. Pero tenemos que cuidarlo, este es un recurso no renovable que debemos conocer.
Lo más importante para mí es reconocer a esas personas que trabajaron por generaciones en los yacimientos, que ojalá no les ocurra ningún accidente. No nos acordemos de ellos sólo en las tragedias, pues están todos los días siendo patria y haciendo lo posible para que esta industria siga adelante. Debemos respetar, conocer y agradecer este trabajo que se ha hecho hace más de 100 años de forma anónima por parte del trabajador del cobre.
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https://youtu.be/cRO3nh_PLzo?si=N32JxObwOJZs9x6O Nota publicada en Portal Minero.
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Entrevista publicada en Suplemento Minería & Comunidad de Diario El Mercurio.
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