30 Sep Desafíos de la incorporación de estándares ESG en la industria minera
Por Constanza Araya-Ibarra, Coordinadora de Estudios, CESCO
El legado histórico de la industria minera en Chile y el mundo ha estado marcado por desarrollo económico, en algunos casos, e impactos significativos en el medio ambiente y las comunidades locales. Pero en los últimos años, una mayor conciencia social junto con crecientes exigencias del mercado, han empujado al sector a adoptar estándares ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) más estrictos. La creciente inclusión de criterios ESG en las decisiones de inversión ha transformado el panorama financiero global, proceso que no ha estado exento de debates.
La incorporación de los estándares ESG en los proyectos mineros presenta un desafío dual. Por un lado, las compañías deben alinearse con las exigencias internacionales vigentes, lo que implica no solo grandes inversiones, sino también la implementación de equipos y sistemas integrales capaces de alcanzar altos niveles de gestión. Y, por otro lado, estas mismas empresas deben tener la flexibilidad necesaria para adaptarse continua y rápidamente a las normativas y expectativas en evolución.
Esta capacidad de adaptación es clave, ya que las necesidades de los grupos de interés van evolucionando y el riesgo de no avanzar a ese ritmo tiene un costo muy alto para la industria. No obstante, adaptarse es complejo debido a la magnitud y al impacto de las operaciones, y a que no existe una receta única para todas las operaciones en el mundo debido a la heterogeneidad de los yacimientos y la riqueza cultural e histórica única de cada territorio en las que éstas se emplazan.
A pesar de esto, hay algunos elementos que el ecosistema minero necesita fortalecer. Entre ellos, está la necesidad de aumentar la transparencia. Y en esa línea, los reportes de sustentabilidad se han convertido en una herramienta esencial, permitiendo a las empresas entender a cabalidad el impacto de su quehacer, mirar su desempeño y tomar acciones, al mismo tiempo que le informan a sus stakeholders lo que están haciendo y cómo avanzan en sus compromisos. La transparencia no solo mejora la reputación, sino que también fomenta la confianza, lo que a su vez facilita la obtención de financiamiento, la atracción de talento y la construcción de relaciones más sólidas con comunidades locales.
Esto se relaciona directamente con el segundo elemento, mejorar y robustecer la disponibilidad de datos. El reporte de sustentabilidad no solo debería ser un elemento comunicacional, sino que debería entregar indicadores confiables y rigurosos que permitan analizar el desempeño por operación, habilitando el análisis comparado del sector, y así mejorar las condiciones para la toma de decisiones consciente e informada de los stakeholders.
A esto se le suma un tercer elemento, comunicación con los grupos de interés. Teniendo en cuenta las distintas necesidades de estos, el rol que juegan los equipos de comunicaciones para bajar la información relevante a cada grupo es primordial. Mantener canales de comunicación abiertos y expeditos, así como el uso de herramientas ad hoc de desempeño social y ambiental fortalece la incorporación de estándares ESG en los proyectos mineros y logra que estos se alineen con las necesidades de un vasto grupo de stakeholders.
El cuarto factor tiene que ver con cómo se traducen los estándares ESG en las operaciones. Lograr que estos permeen a toda la estructura organizacional se relaciona estrechamente con la cultura de la misma y las personas, y mover ese músculo requiere un esfuerzo importante de tiempo. Para fortalecerlo es clave contar con líderes que promuevan una cultura en donde indicadores no financieros son considerados en la toma de decisiones del día a día.
Finalmente, la colaboración es clave. Si bien las externalidades negativas de la industria minera siguen siendo similares a las de décadas pasadas, el efecto acumulado y el riesgo de no abordarlas han incrementado significativamente. Ignorar estos riesgos ya no es una opción. Es imprescindible que la industria fomente una cultura de cooperación, aspirando a un sector donde todas las compañías alcancen un desempeño ambiental tan alto como las mejores. Adicionalmente, el Estado, los gobiernos regionales, los gobiernos locales, ONG ambientales, academia, y comunidades deben estar dispuestas a participar del diálogo constructivo, teniendo en cuenta que las diferencias pueden ser el punto de encuentro para tener una minería más responsable y alineada con las expectativas del siglo XXI.
Columna publicada en edición especial «Minería Sustentable» de El Mercurio.