2020 o el año que vivimos en peligro

A exactamente un mes de la cancelación de Cesco Week Santiago 2020, evento que hace 23 años reúne a la comunidad que integra la industria global del cobre en la ciudad de Santiago, se siente como si una vida entera hubiese transcurrido en tan solo cuatro semanas.

En ese entonces, la cancelación no se consideraba como un evento de fuerza mayor, sino que sólo como una medida de precaución ante la dificultad de traslado para una parte importante de la industria; principalmente las empresas de China, Japón y Corea del Sur. Hoy, el mundo completo es testigo de la triste situación de países como Italia, España o Estados Unidos, y espera en vilo la llegada del peak de contagios a sus tierras, deseando no estar en la lista de las personas que requerirán un respirador.

Jamás vislumbramos la veloz expansión de la pandemia y el impacto de ésta sobre la normal vida de las personas en todas las latitudes. Hoy, el mundo está ad portas de una profunda recesión, donde las principales economías están anunciando inéditos paquetes de ayuda para aminorar el cese de flujo de dinero y total paralización de las actividades y, de paso, disminuir el impacto social de esta crisis sanitaria.

Según algunos líderes de la industria del cobre, esta es la crisis más compleja que les ha tocado en su vida profesional. Y probablemente lo sea. Es primera vez que a nuestra generación le toca enfrentar una crisis sanitaria de envergadura global, en donde el principal afectado es el individuo en todas las dimensiones de su vida.

Partamos por la dimensión del trabajo. En las faenas mineras la actividad transcurre non stop, los 365 días del año, en un proceso continuo de trabajo en turnos de día y de noche en los cuales se habita en campamentos de miles de personas. No en vano, la mayoría de las operaciones ya habían prohibido las visitas a sus instalaciones hacia fines de febrero, como una de las primeras medidas ante el anuncio de los primeros casos de Coronavirus fuera de China. La gestión de los trabajadores propios y de contratistas ha estado entre los principales desafíos, de manera de mantener la continuidad operacional evitando la entrada y propagación del virus al interior de las faenas, garantizando condiciones seguras de trabajo, prioridad principal para el sector. Han debido ajustar las operaciones de manera de disminuir las dotaciones al mínimo, paralizando proyectos y monitoreando exhaustivamente el traslado entre los turnos. Todas estas medidas no son menores en términos de logística si consideramos que se trata de un universo de aproximadamente 800.000 personas entre empleo directo e indirecto, muchas de los cuales viven en diferentes regiones del país.

En la dimensión del mercado, vemos una drástica caída en el precio del cobre producto del frenazo de la economía China, principal cliente de Chile en la industria, pero también de las principales economías del mundo. A fines de enero Cochilco proyectaba un precio de USD 2,85 c/l para el presente año, corrigiendo la proyección a la baja la semana pasada a tan solo USD 2,4 c/l. Solo cuatro faenas mineras en Chile tienen sus costos de producción bajo los USD2,2 c/l por lo que los márgenes se han ajustado drásticamente para la mayoría de las operaciones del país.

Otra dimensión no menor, en el caso de la mayoría de las empresas de la minería privada en Chile, es la drástica disminución en el precio de las acciones de los grandes operadores mineros, producto de la desesperada búsqueda de liquidez por parte de inversionistas temerosos ante la pandemia. En el caso de la minería pública, Codelco específicamente, la detención de proyectos estructurales para cuidar la caja amenazada por un bajo precio del cobre y un dueño que le exige la entrega de todos los recursos para el gasto social.

En el horizonte cercano aparecen temas como las condiciones de vida en las regiones mineras, el posible aumento a la tributación del sector ante un Estado que está sediento de recursos frescos para manejar la emergencia, el retraso de proyectos de inversión y la incertidumbre del día a día, ya que aún no sabemos cuánto tiempo estaremos en la lucha en contra de un virus que en cuatro semanas cambio nuestras vidas.